Fuerzas navales de América se preparan para los nuevos desafíos de la seguridad marítima

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A bordo de la Fragata Williams, la Armada de Chile lidera el ejercicio con buques de Colombia, Estados Unidos y México.

Con rumbo norte, la fuerza de tarea que componen buques de Chile, Colombia, Estados Unidos y México zarpa del puerto de Valparaíso para dar inicio al ejercicio naval más grande y antiguo del continente: Operación Unitas.

En su versión número 56, donde Chile actúa como anfitrión con el despliegue de tres fragatas, un petrolero, un submarino y un patrullero oceánico, se aprovechará la presencia del portaaviones «USS George Washington», que va camino a su base en Norfolk, Virginia, para darle una complejidad mayor a este ejercicio multinacional.

La primera prueba será crucial para el futuro de la operación en marcha: navegar juntos en formación, tal cual hacen los grupos de batalla.

Liderados por el «USS George Washington», desde el puente de la «Williams» se observa como los buques empiezan a ocupar sus posiciones en una coreografía sobre las olas que se ha planificado durante meses. Con una velocidad acordada de 16 nudos y una separación de unos 450 metros entre cada embarcación, esta fragata queda rápidamente ubicada en la primera línea detrás del portaaviones, con el destructor «USS Chafee» y el patrullero mexicano «Prieto» en sus flancos. Atrás, la seguirán la fragata «Riveros» y el petrolero «Almirante Montt».

Aunque parezca simple, se trata de una maniobra compleja, porque los participantes no ensayan antes, y solo tienen un esquema gráfico que muestra sus ubicaciones. Es clave para el futuro del ejercicio demostrar que los buques pueden navegar juntos y comunicarse entre sí, o «interoperar», en lenguaje técnico.

La exitosa formación quedará inmortalizada en las fotos que toman desde dos helicópteros estadounidenses y uno chileno que no han dejado de revolotear sobre los buques.

«Este es el momento para empezar a compartir nuestras experiencias», dice a «El Mercurio», el contraalmirante Rodrigo Álvarez, comandante en jefe de la Escuadra de Chile y comandante de la fuerza de tarea.

Amenazas múltiples

«Se mantiene la alarma aérea roja». La alerta se escucha fuerte y claro por los altavoces de la «Williams», que están repartidos por toda la fragata. El mensaje ha salido desde la Central de Información de Combate, cerebro del buque insignia de la Armada, donde se procesan los datos captados por radares, sonares, radios y cuanto sensor se tenga.

Minutos antes, dos cazabombarderos F-18 que han salido del portaaviones simularon un ataque. Incluso, uno pasó en vuelo rasante muy cerca de la fragata a las 11:50 del domingo. «Se le podía ver la cara al piloto», dice un marino todavía presa de la excitación del momento.

Cada vez que los aviones se aproximan, las naves empiezan a dar giros rápidos, o «caídas», de modo que queden mejor posicionadas con sus armas para contraatacar. Todas tienen la instrucción de responder, ya sea con cañones o misiles.

Aunque no habrá munición real comprometida, por proyecciones electrónicas que se trazan, la fragata colombiana «Caldas» reporta derribos, según comenta un operador. Pero la mejor protección disponible, sin duda estaba en manos del destructor «Chafee», que cuenta con un radar tridimensional Aegis para detectar misiles enemigos, y la fragata chilena «Prat», que tiene una capacidad antiaérea no disponible en otro país de América Latina.

Nodriza el mar

La situación ahora es diferente: el petrolero «Montt» tiene a sus costados a la «Williams» y al «Chafee» que navegan a 12 nudos y rumbo constante 190°. Desde el enorme buque tanque chileno, dos mangueras que salen de torres en sus costados están alimentando de forma simultánea a la fragata y al destructor.

La mejor forma de entender la complejidad de esta maniobra es imaginarse cargando bencina en el auto desde un camión cisterna que también va en movimiento, a la misma velocidad, y con la ventaja de que la carretera, a diferencia del mar, no se mueve. Lo que queda muy claro cuando los buques se acercan a distancias de 40 metros y el pasillo de agua que separa las embarcaciones se empieza a encrespar y hace todo lo posible por complicar la navegación.

Esta forma de reaprovisionamiento en el mar, si bien es estándar, solo es realizada por Argentina, Brasil y Chile en la región, lo cual provee una capacidad vital para extender la autonomía de los buques de combate. Y como se realiza siguiendo los protocolos de la OTAN, esto permite a la Armada interoperar con varias marinas del mundo.

Fuego naval

Un poco más al sur de Puerto Aldea, las fragatas «Riveros» y «Caldas» y el destructor «Chafee» se alinean para entrar por turnos a un cuadrante desde donde probarán los potentes cañones de proa.

Los estruendos se escuchan en el medio del mar, mientras casi inmediatamente en la costa se levantan nubes de polvo. Será la única oportunidad en que los buques usen munición real en Unitas, en lo que se conoce como fuego de apoyo naval.

Los blancos fueron marcados por operadores de fuerzas especiales de la Armada -que son parte de los 7.500 efectivos que participan en el ejercicio-. Cada vez que un tiro cae, irán corrigiendo la posición hasta lograr la precisión buscada.

El Pacífico y más allá

No hay otro ejercicio naval similar en América, en cuanto a la magnitud de sus participantes y complejidad. En la fase Pacífico de Unitas, aparte de las maniobras antes descritas, también se ensayaron tácticas antisubmarinas, con el sumergible «Thomson», aviones de exploración y helicópteros, así como abordajes de embarcaciones sospechosas por los grupos de asalto de los patrulleros.

«Unitas es una de las pocas oportunidades que tenemos de trabajar juntos y es importante para la estabilidad regional», dice a «El Mercurio», la contraalmirante Lisa D. Franchetti, comandante de Grupo de Batalla N° 9 de la Armada de Estados Unidos, a bordo de la «Williams».

Cuando el Pacífico se ha convertido en el centro de gravedad de los asuntos mundiales, la necesidad de disponer de una proyección creíble de fuerza se ha vuelto una necesidad cada vez más imperiosa. Y esto no solo explica la presencia de los buques de Colombia y México acá, sino también la participación de oficiales de Australia, Ecuador y Nueva Zelandia.

En el caso de Chile, el país anunció en las últimas semanas el acuerdo para alcanzar el Tratado Transpacífico (TPP), la creación de enormes reservas marinas en la cumbre Nuestro Océano y ahora oficia como anfitrión de la Operación Unitas, que finaliza el domingo.

En ese sentido, las capacidades demostradas por la Armada en los últimos días la perfilan como una fuerza bien aspectada para asumir los desafíos que se vienen en este escenario, donde el comercio y la seguridad van de la mano.

Los mismos medios navales que se utilizan para garantizar que las líneas comerciales marítimas permanezcan libres de amenazas, pueden servir para vigilar que los recursos naturales no sean depredados por pesqueros inescrupulosos.

«La Armada de Chile es extremadamente capaz, muy profesional y un gran socio con quien trabajar. Estamos operando acá, hemos operado en Rimpac (el ejercicio naval más grande del mundo) y ha tomado roles de liderazgo en muchas decisiones complejas», agrega a «El Mercurio», la contraalmirante Franchetti.

Fuente: El Mercurio