2018 registra alza de marejadas anormales que ayer obligaron a cerrar cuatro puertos

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Un grupo ecuatoriano apreciaba las marejadas desde la misma defensa costera de avenida Perú, en Viña del Mar, cuando una gran ola lo alcanzó haciendo inútil su intento por huir. «Nos agarró de curiosos. ¡Terminamos todos mojados!», relató Felipe Canada, el chileno que lo acompañaba.

En total, las marejadas suman 59 durante 2018, que comenzaron el sábado, ayer seguían alcanzando una alta intensidad, y tenían esa característica: «Son muy engañosas. El mar se muestra tranquilo y de pronto sale una ola que remonta mucho la costa», explica el ingeniero civil oceánico de la Universidad de Valparaíso (UV), Mauricio Molina.

Las olas, que alcanzaron casi dos metros de alto, se originaron en tormentas en las islas Aleutianas, en el mar de Bering, que tardaron siete días en cruzar el Pacífico hasta llegar a costas chilenas.

Ello coincidió con la sicigia, fenómeno lunar que genera la más alta marea del mes.

Ayer, estas marejadas -caracterizadas como anormales por sus potenciales daños en el borde costero- se mantenían entre Arica y Constitución, obligando a cerrar totalmente el puerto de Chañaral, y, para naves mayores, los de Patache, Iquique y Mejillones. Debieron restringir la atención de naves menores los terminales de Huasco, Caldera, Coquimbo, Quintero y Lebu.

En Viña del Mar, finalmente en la tarde fueron cerradas al turismo la avenida Perú y el muelle Vergara.

Estadísticas del Servicio Meteorológico de la Armada indican que estas son las marejadas anormales número 18 de 2018, mayor que las 12 de 2017. Tres de ellas se han registrado desde octubre y coinciden con un fenómeno de el Niño débil en formación.

Para Meteorología de la Armada, ello puede indicar que eventos de este tipo seguirán en el verano, pero para los científicos de la UV esto no puede establecerse aún.

56 marejadas normales y anormales hubo en 2016, cuando se registró El Niño «Godzilla».

59 es el total de marejadas, incluida la actual, que acumula 2018.  

 

Fuente: El Mercurio