La industria salmonera durante y después de la emergencia

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Más de 30 millones de peces estima la industria que morirán por el bloom de algas, una emergencia que, aseguran, no se pudo prevenir y que está lejos de poner en jaque al sector. Los privados, pese a la contingencia, esperan cerrar un buen 2016.

La industria salmonera chilena, la segunda mayor del mundo, desde hace casi dos meses viene navegando en aguas turbulentas. Más de 24 millones de salmones muertos, equivalentes a 38.300 toneladas, un 12% de la producción esperada para este año, era el saldo oficial que hasta el viernes arrojaba la emergencia provocada por el bloom de algas en los 37 centros de cultivo ubicados en el seno de Reloncaví y la zona norte de Chiloé, en la Región de Los Lagos. Aunque, a juicio de la industria, la emergencia está mayormente controlada y lo peor ya pasó, se espera que la cifra de peces muertos todavía escale respecto de los últimos registros informados públicamente.

“Es probable que al final sobrepasemos los 30 millones de especies muertas”, anticipa Carlos Vial, director de SalmonChile y vicepresidente de Friosur. En todo caso, asegura, “no estamos en presencia de una crisis como la del virus ISA. Esto es un temblor, no un terremoto, ha habido una soBrerreacción, porque actualmente la gran mayoría de la industria, pese a todo, está sana”.

En la industria calculan que las pérdidas por efecto de la microalga alcanzarán los US$ 500 millones. “El valor de comercialización de peces de 4,5 kilos de peso es de US$ 5 el kilo, eso da una pérdida a valor de comercialización de US$ 500 millones”, precisa Felipe Sandoval, presidente de SalmonChile. Algunas estimaciones, no obstante, hablan de mermas mayores. El director del Centro de Biotecnología Acuícola de la Universidad de Santiago, Eugenio Spencer, cifra las pérdidas en unos US$ 800 millones. “El impacto final en ese sector va a depender de la situación económica de cada empresa para hacer frente a esta coyuntura”, indica.

La mayoría de las 14 firmas afectadas tiene seguro, confirman gerentes del sector, que otorga una cobertura del 70% de la producción inservible, explican. Una de las empresas que no tendría seguros comprometidos es AquaChile, lo que significaría asumir el 100% de las pérdidas.

En el barrio 2, donde hubo 100% de mortandad de peces, la firma controlada por las familias Puchi y Fisher tenía en torno al 30% de toda su producción.

La propagación del fenómeno  es acotada, aclaran los privados. “Está circunscrito a la Región de Los Lagos. Es muy poco probable que se extienda a la XI, por ejemplo”, aclara Vial, y prevé que más bien irá en retirada. “A medida que nos acercamos a la época de otoño las temperaturas debieran comenzar a bajar, lo que dificultará la propagación de las algas”.

¿SE PUDO PREVENIR?

La industria cuenta con un sistema de monitoreo en línea que  va entregando parámetros y variables oceanográficas claves para la operación de la salmonicultura. Mide, por ejemplo, la temperatura de las aguas donde se localizan los barrios, así como el tipo de biomasa que hay en ellos. Desde la aparición del bloom de algas, las alertas se han multiplicado en el computador de los principales ejecutivos de la industria y ha habido días en que se acumulan más de una decena por hora.

El sistema, dice Vial, opera bien, pero así y todo era imposible anticipar la ocurrencia del fenómeno. “Es como si me pidieran prevenir un terremoto. No se puede”, enfatiza.

Dice que si bien el sistema iba detectando que las condiciones climáticas existentes fomentaban una proliferación, “pronosticar un evento de esta naturaleza es imposible, porque un hecho de esta magnitud, de esta especie, no había acontecido”.

Explica que una vez emitido un informe que alerta de la presencia de algas nocivas, una vez que  llegan a un barrio, se demoran apenas cinco horas en matar a los peces. “La industria ha demostrado una gran capacidad de reacción. Acá no ha habido una crisis ambiental. Lo que hubo es una crisis de logística, porque por un lado hubo que hacerse cargo de la coyuntura y la emergencia, de tener que sacar los peces para evitar su mortandad, y por otro, continuar en paralelo con la operación normal en los barrios no afectados”.

Otro ejecutivo, sin embargo, sostiene que si bien era difícil anticiparse, también reconoce que la industria cada cierto tiempo es golpeada por episodios que la sorprenden y gatillan emergencias de proporciones. “La industria tiene que  revisar y perfeccionar sus sistemas y protocolos, para poder tratar de predecir un poco más esto, que de por sí es súper impredecible. Hay que tener información temprana y oportuna que sí permita contar con planes de contingencia y mitigación más efectivos”.

De esa manera, añade, podrían evitar también confrontaciones con la autoridad, como lo vivido con el Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca). Esta semana el regulador entregó un ultimátum de 24 horas a las empresas afectadas para que informaran sus planes de acción para el retiro de la mortandad y dispuso de un plazo de cinco días para que retiraran los peces muertos.

Un gerente de una salmonera explica que el millón de peces que se les murieron los retiraron en barco y los llevaron a plantas procesadoras  de harina y aceite de pescado. “Si hay una mortandad acotada y tienes los medios para sacarlos en los primeros cinco días, funciona el tema de la harina de pescado. Pero pasados los cinco a siete días, el problema de los peces se vuelve más complicado, porque se empiezan a descomponer y liberan ácido sulfhídrico, que es peligroso”, comenta.

Nicos Nicolaides, gerente general de Nova Austral, complementa. “La industria en Chile tiene cierta cantidad de barcos que no está pensada para sacar 30 millones de pescados, entonces ese es el problema”.

A la autoridad, dice Vial, le ha faltado flexibilidad para comprender la situación.

Un buen 2016

Una vez superada la emergencia, el sector se sentará a evaluar acciones para mitigar futuras contingencias y trazar un plan de acción a nivel productivo. “Hay que ver si volvemos a sembrar en esta misma región, estudiar lo que va a pasar el próximo verano y también plantearse implementar medidas que implican inversión”, menciona  el gerente de una salmonera.

Una de las opciones que la industria analiza es sumergir las jaulas, considerando que las microalgas es un fenómenos que se produce en los primeros 20 metros. “Nosotros estamos evaluando aumentar nuestro sistema de mitigación y también estamos mirando la tecnología de sumergir las jaulas, como existe en Canadá”, comenta el ejecutivo. Eso sí, añade, habría que proveer una serie de aspectos técnicos para que los peces puedan vivir en esas condiciones.

Pero no todo han sido malas noticias para el sector en este inicio de 2016. El fenómeno de las algas ha tenido efectos financieros positivos en, al menos, parte de la industria. Lo que está pasando hoy es una cosa buena e increíble. Los precios subieron mucho, porque se calcula que Chile el año pasado produjo un poco más de 600.000 toneladas de salmón Atlántico. Para este año se calculaba que  iba a producir 560.000 toneladas. El cálculo hoy es que ese número bajará a 460.000 toneladas”, explica Nicolaides. Y continúa: “Para una empresa que perdió en este evento, el mejor precio que va a obtener en los peces que sobrevivieron le permite recuperar toda esa plata que perdió”.

Las expectativas de aumento de precio han ayudado a que mejore la cotización en Bolsa de varias empresas del sector (ver infografía).

La menor biomasa también significará una reducción en los costos en los próximos meses, sobre todo en alimentación de los peces, mencionan en el rubro.

“El año 2016 será, a pesar de esta contingencia, un buen año para la industria local”, afirma Vial.

Lo que sí debe hacer la industria, precisa el ejecutivo, es apurar el proceso  de cambios a la regulación sanitaria y limitar las densidades de producción. Plantea, además, reducir los 60 barrios existentes a  20, pero redistribuirlos y espaciarlos. “Debemos transitar hacia un modelo noruego de industria”, señala.

Fuente: La Tercera