El Miami sudamericano. Así llaman los argentinos a Santiago, por la amplia variedad y bajos precios de productos electrónicos, ropa o artículos deportivos. ¿La razón de este fenómeno? La serie de Tratados de Libre Comercio (TLC) que firmó Chile en décadas pasadas, lo que permitió la entrada de estas mercancías con arancel cero.
Pero el tiempo pasa y algunos de estos acuerdos entraron en un proceso de actualización por parte de los equipos de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores. Por ejemplo, en las últimas semanas se acordó un nuevo TLC con China y la liberalización del acuerdo comercial con Argentina. Además, esta semana se iniciaron las reuniones para modernizar el TLC con la Unión Europea (UE). En paralelo, avanza a pasos acelerados la concreción del nuevo Acuerdo Transpacífico (conocido como TPP por sus siglas en inglés), tras la salida de Estados Unidos.
En conjunto, el intercambio comercial de Chile con estas economías alcanzó los US$ 69.101 millones el año pasado. Esta cifra representa casi el 60% del total del comercio exterior de nuestro país, que en 2016 se empinó por sobre los US$ 118 mil millones.
El ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, destaca el trabajo realizado hasta ahora. «Mientras algunos cierran fronteras, nosotros creemos en la integración», dice. Y es que para la autoridad, la política de apertura al mercado mundial y de diversificación de nuestras relaciones con el mundo ha favorecido el crecimiento económico, dinamizado el comercio y aumentado los flujos de inversión. «Chile es, decididamente, un país abierto al mundo», complementa.
Desde el sector privado también valoran el proceso de mejoramiento y profundización de los acuerdos. El director internacional de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Manuel José Prieto, afirma que estos incluyen «una serie de disciplinas comerciales que favorecen tanto el desarrollo del comercio de bienes y servicios, como también el de las inversiones recíprocas».
Fuente: El Mercurio