La experiencia de visitar el lago Peñuelas es traumática. Aquellos recuerdos de su época de esplendor parecen bofetadas al constatar su estado actual: está al 10% de su capacidad total y el futuro se ve de color gris.
En la década de los 90, la gigantesca masa de agua azulina se podía ver desde el auto en la Ruta 68, era un indicativo de que ya estábamos cerca de Valparaíso para los que viajaban desde el sur. Incluso había personas que tiraban sus cañas de pescar desde la orilla del camino para sacar pejerreyes y carpas.
Hoy estamos lejísimos de ese paisaje. Hay que entrar en vehículo hasta el fondo para divisar el agua entre los follajes después de casi un kilómetro manejando. Pasada la entrada, se sigue el camino de tierra trazado para enfrentarse un peladero llano y árido, con dos caminos legiblemente dibujados por el pasar de los vehículos de la Conaf, entidad a cargo de la reserva.
«Donde estamos ahora, antes era agua. Deberíamos estar en un bote ahora», comenta el guardaparques que nos acompaña.
El área que rodea al agua parece un pedazo de San Pedro de Atacama. Suelos resecos y agrietados, como un rompecabezas a punto de alinearse. Hay vagos retazos de pasto discontinuo que alimenta a algunas vacas que nos acompañan. La vegetación se ve menos robusta. Los verdes son menos intensos, y los tonos ocre se mimetizan con la tierra y el polvillo.
El embalse, o lo que queda de él, es lo más triste. Se encogió radicalmente. Las garzas paradas sobre sus patas en el fondo desnudan la mísera profundidad del agua.
Al diez por ciento
Este lago se alimenta solamente de la lluvia, y como las precipitaciones son cada vez más escasas, se ha ido secando de forma degenerativa. En sus tiempos de gloria, el lago abarcaba 1.600 hectáreas, y el año pasado quedaban 350. Este año, sobreviven 180.
La jefa del departamento de Áreas Silvestres Protegidas, Javiera Meza, explica la situación.
«El embalse se encuentra con menos del 10% de su capacidad total, hemos tenido una reducción notable entre lo que ha sido el año pasado, y fue muy poco lo que subió este año. Estamos en un espejo de agua de 180 hectáreas aproximadamente, y prácticamente no tenemos esteros, la vegetación se secó mucho más rápido, toda la parte herbácea, y por lo tanto el tema de los peligros de incendios es lo que más nos preocupa», cuenta.
Agrega que por eso mismo, se disponen de patrullas policiales en la reserva, que han sorprendido a no pocos infractores. «Está todo muy seco en el ambiente, por lo tanto cualquier uso del fuego indebido al interior de la reserva podría provocar un incendio forestal de magnitudes», apunta.
Por esta situación, la reserva tiene su propio cambio climático. «Este año hubo floración anticipada de algunas especies, y otras especies endémicas, la flor emergió, apenas tuvo algunas hojas, pero se secaron antes de poder florecer, ese es el nivel de estrés hídrico que tiene la reserva», detalla Javiera.
Para mitigar el difícil panorama, han realizado un trabajo de «reconversión» de la flora, plantando quillayes y otros árboles, que son más amigables con el eco sistema.
«Tenemos muchas plantaciones de eucaliptos y de pino y esto lo estamos reconvirtiendo a especies nativas, que son mucho más resistentes, que no toman tanta agua, y que sus raíces retienen mucho más el agua y la humedad en el suelo», relata.
Agua potable
Este embalse fue históricamente el principal depósito de agua potable de Valparaíso, pero por su actual condición, fue dado de baja. Tiene un volumen de 1,9 millones de metros cúbicos, de una capacidad total de 98 millones.
«Hace más de cinco años que no utilizamos Peñuelas como fuente de agua. Para nosotros se trata hoy de un respaldo excepcional al que podemos recurrir en un día puntual de alta demanda y con un bajo nivel de extracción. Hoy está al menos del 2% de su capacidad y así ha estado hace varios años, lo que demuestra la profundidad de la sequía», explica Alejandro Salas, subgerente zonal de Esval.
Añade que han debido recurrir a otros tranques y lagos para compensar el agua de Peñuelas.
«Nuestras principales fuentes de agua hoy son el río Aconcagua, el cual presenta una disminución drástica en su caudal; una extensa batería de pozos -que nos hemos preocupado de operar de manera responsable y cuidadosa optimizando su oferta- y el embalse Los Aromos. Esto, junto con todo un trabajo para hacer un uso más eficiente del recurso, que supone mejoras en nuestras redes y plantas de producción», manifiesta Salas.
Fuente: La Estrella de Valparaíso