Expertos aspiran a metas más ambiciosas de protección oceánica

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Optimismo es el ánimo que impera entre quienes participaron esta semana en IMPAC4, el Congreso Internacional de Áreas Marinas Protegidas (AMP), que culmina hoy en Coquimbo. Bajo el lema «Reuniendo a la gente con los Océanos», el evento contó con la presencia de más de mil participantes de 80 países, incluyendo representantes de fundaciones y ONG de conservación, autoridades gubernamentales, científicos y habitantes de comunidades costeras y remotas islas oceánicas.

«Claramente, este congreso excedió nuestras expectativas. Ha sido una fantástica oportunidad de establecer nuevas colaboraciones para trabajar en conjunto en la búsqueda de soluciones a los desafíos que todos enfrentamos», sintetiza Dan Laffoley, consejero principal de Ciencia Marina y Conservación de La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y subdirector de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas.

Estos desafíos no son menores. La actual meta de Aichi, que busca llegar a 10% de protección de los océanos en 2020, hoy se ve como demasiado limitada. «Necesitamos ser más ambiciosos, considerando las crecientes presiones sobre los océanos, y particularmente el impacto que está teniendo el cambio climático en ellos», subraya John Tanzer, director del Programa Marino Global de WWF.

En esto coincide el ministro del Medio Ambiente, Marcelo Mena. «Debemos aspirar a metas comparables a las del Acuerdo de París para combatir el cambio climático». Después de 2020, el objetivo trazado el año pasado en el Congreso Mundial de Conservación es alcanzar 30% de protección para 2030.

Las razones son varias, explica Laffoley. «Tenemos que darnos cuenta de que además de proporcionarnos pesca, los océanos aportan la mitad del oxígeno que respiramos, absorben cerca del 25% del CO {-2} que emitimos cada año y ha absorbido más del 90% del exceso de calor causado por el cambio climático. Es decir, los océanos nos están protegiendo de eventos climáticos extremos».

Más protección costera

Chile tiene sus propios desafíos. «Tenemos el 20% de superficie marina protegida, pero principalmente en islas oceánicas. Para cumplir el objetivo de Aichi es necesario diversificarnos a otros ecosistemas, específicamente los costeros», dice Mena.

«Y los de nuestros fiordos», añade Alejandro Pérez, director del SUBELAB (Subtidal Ecology Lab), de la Estación Costera de Investigaciones Marinas de la U. Católica. Una fórmula -sugiere- es «establecer en el borde costero pequeñas reservas marinas a la misma escala que áreas de manejo y zonas de acceso libre. Esto permite resguardar sistemas únicos y, a la vez, recupera especies locales, atrae cetáceos o aves marinas, y con eso impulsa el turismo, generando así una valorización ecosistémica».

Durante el congreso se conocieron numerosas experiencias de éxito en este ámbito.

«Lo más alentador de este congreso -dice Tanzer- fue que puso el foco en cómo las áreas marinas protegidas pueden ser parte de un desarrollo sustentable, generando seguridad alimentaria, sustento económico y trabajo, para lo cual es fundamental el rol de las comunidades desde el inicio en su diseño y manejo».

Mañana, ministros de Medio Ambiente de varios países y tomadores de decisiones se reunirán en Valparaíso para elaborar una declaración con compromisos de protección marina.

Tanzer espera un reconocimiento de que «las AMP contribuyen a alcanzar las Metas de Desarrollo Sostenible y que los países deben incluirlas como mecanismos y herramientas para alcanzar sus metas económicas».

Para Laffoley, esta conciencia es fundamental. «Hoy es necesario trabajar a nivel global para lograr cambios a gran escala. Fue así como los países lograron cerrar el agujero en la capa de ozono. Ahora debemos hacer un esfuerzo similar para proteger los océanos».

Fuente: El Mercurio