Ángel Gurría, secretario general de la OECD, advirtió que la ralentización de la productividad se había agudizado a nivel mundial y que ésta, combinada con un incremento en las desigualdades de los ingresos, se había traducido en una mayor debilidad del crecimiento del PIB global.
Esta fue una de las últimas llamadas de atención por parte de una autoridad económica internacional sobre el decrecimiento de la productividad en los últimos años, que no ha logrado levantar cabeza tras la crisis financiera, en un contexto de mayor cautela entre los empresarios y las autoridades de gobierno.
Las causas son específicas de cada región. Por ejemplo, el Reino Unido tuvo una desaceleración de su productividad en el primer semestre de este año, debido a una combinación de baja producción industrial y un contexto de incertidumbre en torno al referéndum de permanencia en la Unión Europea que se celebrará el 23 de junio.
En Latinoamérica, la caída de la productividad está más ligada a eventos como el retroceso de los precios de las materias primas y años de políticas que privilegiaron las exportaciones por sobre las inversiones en innovaciones, que para los expertos son esenciales para incrementar resultados.
De acuerdo con datos de la OCDE, en 2014, los países con los menores índices de productividad son los emergentes, y dentro del bloque, Chile y México aparecen al fondo de la lista.
En su última comparecencia, Gurría afirmó que estas brechas también podrían traducirse en una mayor desigualdad de ingresos.
En ese sentido, Michela Vecchi, académica asociada de Economía en la Universidad de Middlesex en Londres, sostiene que incluso en períodos de aparente bonanza se puede observar un incremento de desigualdades. “Si el alza de la productividad sólo ocurre en un segmento, por ejemplo, trabajadores altamente cualificados, la inequidad va a subir”. Agrega que, en general, un aumento del ratio de resultados por unidad de trabajo –una de las medidas más usadas para calcular la productividad- lleva a “mejores condiciones de vida, así que esperamos que incremente los niveles de equidad”.
En la misma línea, esta relación entre la distribución de la riqueza y la productividad funciona a la inversa, dado que una mayor pobreza redunda en bajos resultados en sectores dependientes de personal cualificado, como las industrias tecnológicas o proveedoras de servicios.
Escenario Actual
Además de la OCDE, varios organismos han culpado a la débil productividad de las malas perspectivas para la economía global.
Actualmente, las previsiones colocan el crecimiento del PIB global alrededor de un 3% este año, y se ha advertido que el escenario de desaceleración podría prolongarse o incluso volverse el “nuevo normal”, como ha afirmado en varias ocasiones la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
Al respecto, Vecchi afirma que “la caída de los emprendimientos empresariales, tras la última recesión, podrían todavía estar afectando a varios países” lo que juega en contra de la productividad. Pero también lanza una advertencia respecto de los efectos de las políticas monetarias, en una clara alusión a las próximas decisiones de la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) sobre posibles subidas de la tasa de interés. “Si las condiciones financieras se ajustan, la aparición de nuevas firmas se debilita, junto con la inversión en activos de riesgo, como Investigación y Desarrollo (R&D)”, afirma.
Un estudio del FMI en 2013, titulado “Anclando el Crecimiento”, confirmó una relación entre el gasto en R&D y el enrolamiento en educación terciaria, que para el organismo es uno de los mayores motores para incrementar la productividad.
En el documento se observó que los países en vías de desarrollo, en promedio tenían un gasto en R&D equivalente a menos de 1% de su Producto Interno Bruto, mientras que las economías avanzadas incrementaban esa cifra a sobre el 2%, y su tasa de ingreso a la educación superior era casi el doble.
“Bajas inversiones en R&D llevan a una desaceleración de la productividad. Eso significa que hay países que están quedando detrás en la carrera tecnológica y encontrarán dificultades mayores en asimilar los desarrollos tecnológicos y cómo usar estos mismos para mejorar el desempeño de sus economías. Esta situación empeora debido a restricciones fiscales y otras regulaciones que obstaculizan la adopción de nuevas tecnologías y alejan de los mercados a las startup, que tienen gran potencial de crecimiento”, comenta Vecchi.
Otra situación que se ha constatado es que la mayor cantidad de horas trabajadas no se traduce en mejores resultados. De acuerdo con la OCDE, en 2014, México fue el país dentro del bloque que registró más horas al año por trabajador, con 2.228, precisamente cuando estuvo al fondo de la tabla en términos de productividad.
En contraste, los empleados de Luxemburgo cumplieron en promedio 1.643 horas cada uno, y tuvieron el mejor desempeño.
La situación de México se repitió en varios países emergentes, como Chile, Sudáfrica, Rusia y Turquía, mientras que las naciones europeas, pudieron mantener índices elevados de productividad.
Sobre esto, la académica de Londres afirma que esto también es una consecuencia de que los mercados laborales de las economías en vías de desarrollo se ampliaron con fuerza en los últimos años, pero al mismo tiempo están registrando una profunda desaceleración en el crecimiento de sus PIB.
Y aclara que la bonanza económica no siempre está atada a incrementos de productividad. “A veces hay un desfase. Por ejemplo, sectores como telecomunicaciones y tecnologías de la información pueden tener altos niveles de productividad hasta cinco años antes de que se observen avances similares en la economía total”, indica.
Consejos
A pesar de que la productividad se ha vuelto un problema de carácter casi global, las soluciones propuestas dependen del caso.
El FMI, por ejemplo, sugiere en un informe de principios de 2014 eliminar barreras administrativas para incrementar el dinamismo. En ese sentido, se propone liberalizar la inversión extranjera directa, eliminar las rigideces de los mercados laborales, y en el caso de los mercados emergentes, mejorar infraestructuras y aumentar el gasto en educación.
Es en este último aspecto en el que Michela Vecchi considera que los países en vías de desarrollado tienen que concentrarse más. “Una fuerza de trabajo educada es capaz de ser innovadora y aplicar las innovaciones provenientes de otros países, contribuyendo al crecimiento. Al mismo tiempo, es necesario que los países provean de plazas de trabajo que sean adecuadas para las personas más calificadas, en lugar de concentrarse en áreas de baja productividad, como el sector público”, dice.
Fuente: Estrategia
La productividad global se estanca y golpea a Mercados Emergentes https://t.co/f3OTkgl201 https://t.co/0SsI09Q24X