Líderes de la UE renuevan su compromiso con la integración, ahora sin el Reino Unido

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La sala de los Horacios y los Curiacios, decorada con frescos del siglo XVI, en el Capitolio de Roma, volvió a recibir ayer a los líderes del proyecto europeo donde hace 60 años los gobernantes de Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo sentaron -en dos acuerdos- las bases de una vida económica común. El tratado les permitiría dejar atrás décadas de guerras en el continente y dar origen a la futura Unión Europea.

Entre aplausos y sonrisas, uno tras otro, los 27 líderes del bloque -con el Reino Unido ausente- y los presidentes de las instituciones comunitarias firmaron una declaración conjunta en la que renovaron su compromiso con la unidad y la solidaridad, afirmando: «Europa es nuestro futuro común».

El emblemático aniversario se convirtió, sin embargo, en un punto de inflexión en la historia del proyecto europeo y las celebraciones se vieron opacadas, debido a la notoria ausencia de la Primera Ministra británica, Theresa May, quien el miércoles iniciará oficialmente el divorcio de su país con la UE. El plan ayer llevó a miles de personas a marchar en Londres hasta la plaza del Parlamento, que esta semana fue escenario de un ataque terrorista, con carteles que decían «Detengan el Brexit».

«Ella escogió no estar aquí. Los británicos escogieron otro camino, pero debemos mantener una buena relación», aseguró en Roma el Mandatario francés, François Hollande, quien anunció su objetivo de que el «Reino Unido siga siendo un socio de la Unión, aunque este pagará necesariamente las consecuencias» del Brexit.

«Creo que el Brexit, la salida del Reino Unido, es una tragedia», agregó en la ceremonia el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien sostuvo que el bloque está pasando por un «momento muy triste». Con un poco más de optimismo, el luxemburgués firmó su nombre con la misma pluma que en 1957 usó Joseph Bech, su predecesor al frente del gobierno de su país. «Hay firmas que perduran», dijo.

Con el fin de evitar la disgregación de la UE y de apostar por una creciente unidad, en un momento en el que han tomado fuerza diversos movimientos nacionalistas, surgió el escenario de una Europa con diferentes grados de integración. Progresivamente, ese camino fue ganando terreno en las discusiones sobre la declaración, defendido en mayor medida por Alemania, Francia, Italia y España, las grandes economías del euro.

«Actuaremos juntos, a distintos ritmos y con distinta intensidad cuando sea necesario, mientras avanzamos en la misma dirección, como hemos hecho en el pasado, de conformidad con los tratados y manteniendo la puerta abierta a quienes quieran unirse más adelante. Nuestra Unión es indivisa e indivisible», subraya el texto.

El párrafo fue escrito cuidadosamente, ya que la idea de una Europa a «varias velocidades» fue el punto más controvertido de la declaración. Así busca tranquilizar a los países de la ex órbita soviética, como Polonia -que amenazó con no firmar el documento-, cuyo temor es quedar relegados como miembros de segunda categoría del «club», después de que en los últimos años se opusieron a los proyectos de Bruselas ante la crisis migratoria.

En tanto, la conmemoración de la UE se convirtió también en una ocasión para reflexionar sobre la desconfianza ciudadana hacia el proyecto europeo, en pleno auge de formaciones antieuropeístas, que nacieron, entre otros motivos, por las crisis financiera y migratoria que afectaron al bloque. «La UE atraviesa un período de crisis repetidas, desde Grecia hasta Brexit, en los últimos años. Es difícil para los ciudadanos de la UE mirar más allá de todos los problemas del día a día y apreciar su éxito general», dijo a «El Mercurio» Richard Gowan, del European Council on Foreign Relations.

«Nos detuvimos y esto provocó una crisis de rechazo en la opinión pública, el reflorecimiento de los nacionalismos que pensábamos haber desterrado al olvido», declaró el Primer Ministro italiano, Paolo Gentiloni. «Aprendimos la lección», concluyó.

Fuente: El Mercurio