Chile mantuvo la posición 35 en el ranking de competitividad desarrollado por el Institute for Management Development (IMD). Si bien puede ser considerado una buena noticia mantener el lugar en el ranking, es un indicio de que no se avanza a una velocidad adecuada o bien es un retroceso relativo frente a economías que están buscando ser más atractivas y eficientes. En definitiva, un estancamiento.
Uno de los puntos que más debiera preocuparnos es la evaluación en materia económica. El subíndice “desempeño económico” evidenció un deterioro relevante.
Entre las debilidades en este ítem, de acuerdo con el reporte, están la baja diversificación de las exportaciones por productos y países, el bajo crecimiento del PIB y la reducida formación bruta de capital fijo (inversión). En estos tres temas está en el lugar 54 de entre 63 países analizados. Es decir, el paupérrimo nivel de expansión de la actividad de los últimos años y la inédita contracción de la inversión por cuatro años consecutivos, le pasaron la cuenta al país, al menos a nivel de competitividad.
La baja productividad también figura como uno de los lastres para Chile, ubicándose en el puesto 56. Este factor ha estado estancado por varios años, lo que afecta el crecimiento de largo plazo.
El reporte del instituto suizo, presentado en el país por la Universidad de Chile, expuso lo que, a su juicio, son los desafíos que el gobierno deberá enfrentar: recuperar tasas de crecimiento mayor, controlar el gasto público (más allá de cálculos de superávit estructural) y elevar la productividad con una agenda permanente.
Para ello, una de las herramientas es simplificar la estructura tributaria, abordar los temas laborales que perjudican la contratación, e impulsar una constante agenda de modernización del Estado.
Fuente: Pulso
